Cuatro cantinas para saborear la CDMX
Las botanas, bebidas y las anécdotas se mezclan para revelar el espíritu bohemio y auténtico de la capital
Entrar a una cantina tradicional de la CDMX es abrir una puerta a la memoria viva de la capital. Estos espacios, que alguna vez fueron exclusivos para hombres, hoy reciben a cualquiera que quiera brindar entre historias, sabores y anécdotas que han sobrevivido terremotos, revoluciones y generaciones completas. Aquí cuatro paradas imperdibles para sentir —más que conocer— la esencia cantinera del Centro Histórico.
1. La Ópera: beber bajo un techo que guarda una bala de Villa
Sentarse en La Ópera es como ocupar una mesa dentro de un cuento histórico. El art nouveau, la barra de nogal y el brillo dorado del techo crean una atmósfera elegante que contrasta con el rumor más famoso del lugar: la bala que Pancho Villa habría disparado en pleno arrebato revolucionario.
Imagen: cortesía.
Entre sorbos de tequila y el aroma de la sopa de médula, la experiencia es sentirse parte de la bohemia que alguna vez reunió a Porfirio Díaz, Carlos Fuentes y García Márquez. Aquí se viene a comer, sí, pero también a mirar el pasado frente a un plato de paella.
2. Salón España: tequila, botanas y la camaradería de las mesas largas
Cruzando la puerta del Salón España se escucha un murmullo distinto: risas, mesas compartidas y el tintinear de botanas que llegan en cuatro tiempos. Esta cantina, abierta desde 1915, es ideal para quienes buscan una experiencia viva y ruidosa.
Imagen: cortesía.
Con casi 200 tequilas para elegir, cada visita se vuelve un pequeño viaje sensorial. El ritual es simple: te sientas, pides una cerveza o una copa, y de pronto la mesa se llena de quesadillas, guisos y papas fritas mientras en las pantallas se vive un partido o en la mesa de al lado alguien juega dominó como si la ciudad no fuera tan caótica afuera.
3. Tío Pepe: cine, sombras y un trago con la nostalgia de la vieja ciudad
Tío Pepe es la cantina para quienes buscan un ambiente más íntimo, casi cinematográfico. Sus vidrieras antiguas, la barra roja y los rincones semioscuros conservan ese espíritu de refugio donde escritores, exiliados y personajes de la contracultura encontraban anonimato.
Imagen: cortesía.
Es fácil imaginar a William S. Burroughs —quien realmente pasó por aquí— bebiendo un trago mientras anotaba ideas en una libreta. Sin botanas elaboradas ni pretensiones, se viene a Tío Pepe a conversar, a observar y a dejar que la esencia de la vieja urbe envuelva cada sorbo.
4. El Gallo de Oro: un clásico que sigue latiendo entre sabores fuertes y tragos legendarios
Con su fachada roja y su historia que mezcla políticos, poetas y hasta personajes polémicos, El Gallo de Oro es una parada obligada para quienes disfrutan esos lugares que parecen novela.
Imagen: cortesía.
El ambiente es cálido, bullicioso y familiar; un sitio donde el tiempo se mide en pepitos, tostadas de pata y el famoso menyul, un cóctel potente que resume la personalidad del lugar: intenso, tradicional y un poco irreverente. Sentarse aquí, entre gabinetes de madera y risas que se contagian, es experimentar la CDMX en su forma más auténtica.
Una ruta para sentir la ciudad
Más que bares, estas cantinas son escenarios donde la historia se sigue representando cada día. Visitar cualquiera de ellas —solo, con amigos o como parte del Turibus Cantinas— es asomarse a un México que resiste entre paredes antiguas, bebidas servidas con orgullo y mesas que han escuchado miles de conversaciones.
Si quieres descubrir la CDMX desde su corazón, empieza con un brindis en alguna de estas cuatro paradas. Aquí, cada trago cuenta una historia y cada historia te invita a volver.
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